La Calesita más alta del mundo, Mar Del Plata |
Pero esta Calesita tiene una hermana, menor y homónima*, que se diferencia de la primera en varios aspectos:
- Primero que nada, en su carácter gratuito. No es asunto menor el afán del ser humano a pagar por actividades que bien podrían prescindir del gasto de dinero, solo porque se le inventaron colores y alguna música para hacerlo más llamativo.
- En segundo lugar, la duración e intensidad del juego son manejadas por uno mismo, o por un par a lo sumo; este espacio ya no es controlado por un adulto.
Una calesita en una plaza de Chicoana, Salta. |
- Y por último, existe en la versión paga algo que no se encuentra en la otra: La Sortija. Cualquier niño que tomase de las manos del operador la argolla de metal sería merecedor de una vuelta gratis en la Calesita. Una tradición aparentemente inocente hasta que uno se topa con los textos de Lepper y Greene. En uno de ellos se postula una máxima que lee algo como:
"La motivación extrínseca (provista por factores externos al sujeto)
socava y carcome la intrínseca (la propia de la persona, la interna al sujeto)."
Como toda hipótesis científica, esto fue puesto a prueba en un experimento, realizado con niños de entre 3 y 5 años. Luego de observar el juego cotidiano de los niños en el jardín (a fin de conocer los intereses intrínsecos del grupo), pusieron a los pequeños a jugar con marcadores, dividiéndolos en tres grupos que se manejarían con tres condiciones diferentes:
- Condición de recompensa esperada: Se prometió a los niños del primer grupo que aquellos que jugaran con marcadores serían recompensados con un listón de "Buen Jugador".
- Condición de recompensa no esperada: Los niños jugaban con los marcadores, y solo luego del ejercicio se les hacía saber de la recompensa y se los premiaba.
- Condición sin recompensa: Este grupo no fue notificado ni premiado en ningún momento del experimento.
Luego, los niños volvieron a ser observados en el entorno normal, donde podían elegir su modo de juego. Los niños del primer grupo decidieron jugar considerablemente menos con los marcadores que el resto de los niños. La conducta había pasado a ser controlada extrínsecamente; sin recompensa, no habría conducta.
Volviendo a nuestra última comparación pertinente a las calesitas, podemos apreciar esta misma conclusión con respecto a la sortija: una vez que el niño la tome, deseará volver solo si tiene una nueva oportunidad de ganar el premio. Y lo que es más, si lograse conseguirlo dos veces en el mismo día, en una nueva ocasión donde la tomara solo una vez adjudicaría una falta de sentido a la actividad (comportamiento solo explicable por este fenómeno motivacional). Y no es diferente la situación de los adultos: Son pocos los que, habiendo sido recompensados por una tarea -ya sea con dinero, calificaciones o simples felicitaciones-, volverían a realizarla si este premio se ausentara.
Pero no me crean, pruébenlo ustedes mismos: Secuestren al operador de alguna Calesita cercana, y verán como los niños dejarán de ir.
* Nótese que muchos juegos comparten este formato -y por exprensión, estos principios-: calesita de argollas, calesita en cono, etc.